SUDAMERICA
La noche Buena es una noche mágica, para mí, mucho mas que la noche Vieja, mucho mas forzada y comercial. Y mucho más magica si la puedes pasar en un pequeño pueblo de adobe, de dos mil habitantes y calles sin asfaltar. Alumbrado escaso y ambiente cálido, salpicado de restaurantes con buen gusto y bastante trotamundos celebrando lo mismo que tu. Hablo del pueblo de San Pedro de Atacama. En el corazón del desierto que lleva su nombre, circunvalado por el sur, su impresionante salar, por el este, las altiplanicies andinas de su vecino boliviano, al norte por el increíble valle de la Luna y al oeste su desierto. Que más puedes pedir. Y si encima cenas en uno de los lugares más ambientados de todo San Pedro, como es el restaurante Adobe, se convierte en una noche inolvidable
Pero también resulto inolvidable por otra razón. La famosa Perra Negra. En mal augurio que algunas veces se ha cruzado en mi camino durante todos estos años y ha acabado en alguna pequeña desgracia. La Perra Negra se suele pasear por delante de mí cada cuatro años, es así, como mi amiga bisiesta. Algunas veces pasa olfateando y otras muerde como una víbora. Mordió en su paso cuando estaba probando un buggy de construcción casera en Bercial, mordió en una mañana calurosa del mes de agosto cuando hacía enduro con mi Tizona (gas gas 250), mordió haciendo buceo en lagunas de montaña,mordió en estado de Nueva York practicando sky acuático,.......no sigo contando para no dar una imagen errónea, pero volvió a morder en pleno Salar de Atacama.
El Uni, se calentaba cada vez que superábamos los 2500 metros de elevación. Limpié radiadores, quité las tapas protectoras del radiador de agua para incrementar el flujo de aire, pero seguía manteniendo una temperatura de funcionamiento superior a la normal. Como ultimo recurso quité la funda protectora del winch, para incrementar un poquito más la refrigeración, y fue por ahí por donde la Perra Negra entro de nuevo a visitarnos. Más tarde contaré cual era la causa de la sobre temperatura.
Al caer la noche del 23, despues de estar todo el día conduciendo y disfrutando, montamos el campamento justo en la punta sur del Salar de Atacama. Al hacer el reconocimiento de rigor del vehículo despues de la larga jornada, vi(porque había retirado su funda protectora) que el cable del Winch estaba parcialmente suelto , mal enrollado o poco tenso. Así que le explique a Yaiza, escasa y brevemente la manera de operarlo, para coordinadamente enrollarlo mejor. Esa coordinación no fue tan sincronizada como debió ser, y mi atención tan poco. Y la Perra Negra mordió. Mordió el cable mi mano con una voracidad endiablada. Mis reflejos no fueron los suficientes y enganchó mi dedo indice.
Cuatro horas al Hospital mas cercano a plena potencia y de noche, es un experiencia que no se olvida tan fácil, sobre todo cuando vas con un torniquete, conduciendo y tu novia, medio en estado de shock.
Entrar en el Hospital Municipal de la ciudad de Calama, es algo que contararé a mis hijos. Simplemente otro mundo. Una decena de perros vagabundos durmiendo en la sala de Urgencias te da a primera vista, que este no es el servicio de Urgencias al que nos tiene acostumbrado la Seguridad Social. Camillas llenas de sangre, sucias, donde no cambian las sábanas de un paciente a otro, enfermeros y medicos sin uniforme, sino con chandal, uno de Adidas, otro de Nike,...enfermaros extrayendo sangre sin guantes, ...quirófanos con falta de seda para coser. A mí me operaron con nailon. El foco de operaciones tenía dos lamparas fundidas que producían sombras, hacía que tuviesen que mover continuamente el foco para tener buena luminosidad al coser.
La noche del 23 la pasé hospitalizado en una habitación de cuatro personas. Al son de Bisbal, Alejandro Sanz y Alejandro Fernández, porque en el control de enfermería no les debía de importar mucho nuestro descanso. No había luz individual en la habitación, sino un gran fluorescente, que cuando a uno de los cuatro pacientes, en plena noche, le tocaba alguna medicación encendían indiscriminadamente. No había manera de llamar a la enfermera porque no había llamador ni timbre alguno. Y os puedo contar que los que estaban en la habitación no estaban como yo. Ellos si que estaban jodidos. No os doy más detalles, creo que ya os podéis ir haciendo una idea.
El día 24,amaneció sin haber pegado ojo en toda la noche. Desde la seis de la mañana, estuve insistiendo para que me viniera a ver el médico de turno. Bueno, pues no estoy exagerando, pero pasaron por la habitación más de treinta personas, entre auxiliares de clínica, limpiadoras, enfermeras, estudiantes de enfermería, administrativos, controladores, nutricionistas, operarios de las botellas de oxígeno,.......una romería vamos, menos mi médico. Así que a las cinco de la tarde se me acerca una enfermera y me dice que ya se han ido todos los doctores a casa, que solo queda el cirujano de guardia en urgencias, y que me tendría que quedar allí hasta el Lunes que pasara el médico adecuado a verme. Esto era Jueves. Noche Buena.
Estuve calmado durante todo el accidente, durante la operación, durante toda la noche a pesar de la poca consideración del servicio sanitario e incluso hasta por la mañana, aun sabiendo lo que iba a pasar. Pero despues de la noticia ya no pude más. Pegue un bote de la cama y dije que me marchaba. Fijaros el numerito.
Yaiza fue a ver al cirujano de guardia que la mando a paseo, pero a los 10 minutos, debió de recepacitar y bajó echando espuma por la boca, pero no por mi actitud, sino por la del sistema, la del hospital, la de su servicio, la de sus colegas y todo bicho viviente de aquel edificio. Así que nos firmó el el alta, nos pidió disculpas y dijo que volviéramos a verlo el sábado noche, que entraba de nuevo de guardia.
Así fue como abandonamos el hospital y nos dirijimos de nuevo a San Pedro a pasar esa inolvidable Noche Buena.
Notas de viaje: